Mañanas de Benjamín Argumedo. 23. Testimonio musical de México, volumen 61

Ya no trotará la tonada burlona, la nota heroica de los días de gloria, sino que un tono mejor, una voz en sordina, un fondo trágico campeará en este corrido; ya no habrá ironía ni humorismo; en realidad una nota de dolor que nunca se aleja acompañará a las composiciones crepusculares de esta última fase revolucionaria.Apagada para siempre la estrella de Huerta y caída la bandera que enarbolaba el Resellado, como se conoció en la región al general Benjamín Argumedo por haber militado en todos los bandos, este personaje se juega la vida uniendo su suerte a la de Francisco Lagos Cházaro, último presidente elegido por la Convención y quien cercado por Pablo González se traslada de México a Toluca escoltado por los zapatistas. Mas como la orden de Carranza es terminante, don Pablo, una vez que hace huir a Rodolfo Fierro, la fiera que husmeaba la Ciudad de México desde Pachuca, desaloja de la capital a la gente de Zapata que nuevamente señoreaba en ella y luego marcha sobre Toluca, donde permanecen estancados los convencionistas. Tratando de salvar no la investidura, sino la vida, Lagos Cházaro se acoge a la protección de Argumedo y peregrina de nuevo; mas, atacados y dispersos al llegar a la sierra de Gruñidora en Zacatecas, Lagos Cházaro logra escapar a Nicaragua, no así Argumedo, que a la cabeza de sus mermadas huestes siguió por los largos caminos del norte “otra vez perseguido, otra vez proscrito, otra vez humillado”, pues sus enemigos, que se disputaban su captura para obtener un ascenso, le siguieron el rastro sin reposo. A pesar de su derrota en la Gruñidora y de contar con tan pocos efectivos, Argumedo se reorganiza de nuevo y logra una serie de triunfos sobre sus adversarios. No en balde es llamado el Tigre de la Laguna.